Qué es?
Una fístula perianal casi siempre es secundaria a un absceso previo.
Aproximadamente un 50% evolucionarán hacia una fístula perianal, en la cual se establece un trayecto entre el canal anal y la piel alrededor del ano.
¿Cuáles son sus síntomas?
El síntoma más típico es la supuración de pus por el orificio perianal, lo cual suele asociar molestias al producir irritación de la piel perianal.
¿Cómo se diagnostica?
La simple exploración de la zona perianal permite objetivar el orificio fistuloso. Para estudiar cuál es el trayecto de la fístula y su complejidad es preciso realizar una ecografía endoanal o RMN. Con estas pruebas determinamos si la fístula es sencilla (el trayecto engloba poca musculatura de los esfínteres del ano) o compleja (engloba mucha musculatura).
¿Cuál es el tratamiento?
El tratamiento es siempre quirúrgico.
Las fístulas sencillas son muy fáciles de solucionar, se realiza lo que llamamos una puesta a plano, es decir, abrimos el trayecto uniendo la apertura interna con la externa y convirtiendo el tunel en una herida que cicatrizará de dentro hacia fuera. El postoperatorio no es doloroso y las molestias que ocasiona son aliviadas fácilmente con medicamentos analgésicos y antiinflamatorios.
Las fístulas complejas, al contrario, son difíciles de solucionar. Requieren cirujanos muy especialmente dedicados a esta patología. Estas fístulas precisan, generalmente, de 2 o más intervenciones ya que en este caso al englobar mucha musculatura del esfínter anal, si seccionamos el esfínter provocaríamos incontinencia anal. Actualmente, tenemos varios procedimientos para solucionarlas, por una parte los sellantes del trayecto (bioglue, plug anal) y por otra parte, el colgajo endorrectal de avance.