La Sanidad es un área primordial en la política social de un país y, en el nuestro, en el que estamos viviendo una época de transición compleja, los cambios que hay que hacer como consecuencia del progreso de los conocimientos y también de los nuevos hábitos de vida que se van implementando, obligan a que las políticas sanitarias que se asuman tanto en la pública como la privada, cuenten con los médicos, ya que todavía somos uno de los pilares de la misma.
No cuestionaré aquí la medicina pública. El médico está bien preparado; además, la protocolización de los procedimientos diagnósticos y terapéuticos y la creación de Unidades específicas en patologías de tratamiento complejo y multidisciplinar, hacen que se consigan unos resultados muy óptimos, aunque profesionales y usuarios discutan sobre la falta de medios.
La Medicina Privada, que es la que conozco especialmente, quiere conseguir un reconocimiento por parte de los gestores públicos como necesaria para el ahorro que genera y por la cantidad de puestos de trabajo que ocupa su práctica. Políticamente también es rentable, ya que es un hecho no cuestionable que reduce de forma considerable las listas de espera quirúrgicas y de realización de pruebas diagnósticas, además de que el elevado número de personas que son atendidas en los diferentes servicios de Urgencias minimizan el colapso de los mismos.
Defendemos que nuestra medicina es una muy buena alternativa a la pública y esto es verdad en muchos casos pero tenemos que hacer un análisis crítico de la globalidad de los servicios que damos y, si lo hacemos, nos daremos cuenta de que es cierto que hay servicios, grupos, equipos médicos y médicos individuales que alcanzan la excelencia pero también observaremos que tenemos carencias importantes en parte debido a la falta de recursos o a la nula rentabilidad que da su prestación. Tampoco son muchos los grandes servicios o equipos médicos privados que cubren todas las áreas de una especialidad. En cualquier caso, lo cierto es que tenemos que mirar a futuro y, si lo hacemos, nos daremos cuenta de que las clínicas están inmersas en un proceso de concentración y son los grandes grupos inversores como Helios que adquiere Quirón Salud y se convierte así en el primer grupo de Europa y uno de los más grandes del mundo, quienes serán los responsables de la nueva política sanitaria y quienes ya están pactando con las compañías aseguradoras la gestión de sus recursos con la consecuente repercusión sobre los médicos que trabajamos en sus centros. Probablemente intentarán ser ellos quienes tengan la clave con las compañías e incluso firmarán contratos de exclusividad que pueden dejar a compañeros sin un buen flujo de enfermos y otros que tendrán que asumir unas condiciones precarias de la clínica o de las compañías.
También las compañías aseguradoras se están actualizando: pólizas baratas, más control de las autorizaciones y, a la vez, valoración de los resultados, ya que una mayor morbilidad les ocasiona pérdidas importantes.
Y, en todo esto, ¿el médico qué debe hacer?
Soy de los que cree que la única salida que tenemos es la de hacernos grandes, altamente cualificados y cubrir la mayor parte de las áreas de la especialidad aunque el ingreso por la consulta sea bajo, que la oncología sea cara, que los gastos de estructura cada vez sean más mayores y que la integración de las novedades tecnológicas sea imprescindible. Tenemos que adquirir nuevos hábitos de comunicación e información con nuestros pacientes, nuevas maneras de hacer para cumplir los acuerdos de confidencialidad y mejorar las relaciones con todos los profesionales que intervienen en un procedimiento. En definitiva, creo que se ha acabado la época de las vacas gordas y que si queremos que persista y crezca el sector privado, hay que buscar la forma de ser una verdadera alternativa a la pública.
Pero también debemos ser políticamente eficaces. Debemos crear asociaciones potentes para defender nuestros intereses. Muchos pensamos que disfrutamos de unos pactos mejores que el resto y que la asociación no nos conviene. ¡Nos equivocamos! Juegan con esto y lo pagamos todos. Olvidémonos de los personalismos y aprovechemos todos los foros para exigir el reconocimiento que merecemos. Hay que constituir plataformas reivindicativas e ir de la mano.
Hay que ser imaginativos, generosos, trabajadores y dar paso a médicos jóvenes que son los que aportarán aires de renovación. Si ellos ven que somos una buena alternativa profesional, seguro que no les dolerá dejar los hospitales públicos para integrarse en equipos privados que pueden reconocer correctamente el trabajo bien hecho.
Joan Torralba